Putin busca combatir el descenso de la natalidad en el país con una ley que penaliza cualquier tipo de contenido que incentive un estilo de vida sin niños.
Rusia avanza con nuevas restricciones culturales en nombre de los “valores tradicionales” y estudia prohibir populares producciones occidentales como Game of Thrones, Harry Potter y Sex and the City. El motivo: estos contenidos supuestamente promueven una “ideología libre de hijos”, algo que el Kremlin considera dañino en medio de la aguda crisis demográfica que atraviesa el país.
La propuesta se vincula con una nueva ley firmada por Vladimir Putin, que penaliza cualquier tipo de contenido que incentive un estilo de vida sin hijos. La normativa prohíbe expresamente la difusión en medios de comunicación, redes sociales, cine y publicidad de discursos que «promuevan valores antisociales que socavan la institución de la familia».
Las multas oscilan entre 200.000 y un millón de rublos (hasta unos 9.200 euros) para personas físicas, y hasta cinco millones de rublos (aproximadamente 50.000 euros) para entidades legales. Para ciudadanos extranjeros, además, se suma la posibilidad de deportación.
“Rusia debe proteger su cultura y su futuro. No podemos permitir que ciertos modelos de vida sin hijos sean presentados como deseables”, justificó un funcionario del Parlamento. La ley ya fue aprobada por ambas cámaras y forma parte del plan impulsado por Putin para revertir el colapso de la natalidad, que en 2024 llegó a su nivel más bajo en 25 años.
La mirada del Gobierno se posa ahora sobre series y películas con gran popularidad internacional. Según los promotores de la medida, Game of Thrones idealiza relaciones violentas y sin proyección familiar, Harry Potter plantea una vida desligada de vínculos tradicionales, y Sex and the City exalta un estilo de vida individualista. “Se trata de contenidos que alejan a las nuevas generaciones de su rol natural en la sociedad, que es el de formar familias”, afirmó otro legislador.
Desde el Kremlin aseguran que esta cruzada responde a un interés por fortalecer la familia como base de la nación. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos han denunciado que “estas políticas coartan la libertad de expresión y criminalizan decisiones personales”. Mientras tanto, crecen las señales de censura cultural en Rusia, bajo un modelo que combina control ideológico, presión demográfica y persecución simbólica.